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El Chile de los '90s y de las primeras décadas del siglo XXI,
se inserta en el cuarto escenario de esta propuesta, "transición
demográfica en etapa avanzada" hacia el envejecimiento de
su población.
Durante la segunda mitad del siglo XX Chile alcanzó bajos niveles de fecundidad asociados a también baja mortalidad. En el caso chileno, la fecundidad es el agente de mayor peso en la composición de la población. Desde 1955 hasta 1962, la fecundidad de las chilenas era un poco superior a 5 hijos por mujer, ocurriendo el descenso más importante entre 1963 y 1980, de tal forma que en el año 1994 el promedio de hijos por mujer era de 2.6, valor relativamente estable desde hacía una década. Respecto a la mortalidad, se advierte su disminución desde hace más de 60 años. En el quinquenio 1970-75 la expectativa de vida era de 64 años para ambos sexos, en 1980-85 ascendió a 71 años, con diferencias a favor de las mujeres, mientras que en 1995-2000 es de poco más de 75 años, siendo 72 para los hombres y 78 para las mujeres. Uno de los aspectos más relevantes que ha contribuido a bajar la mortalidad general ha sido el descenso de la mortalidad infantil. Los procesos migratorios, que son el tercer componente de la estructura poblacional, no tienen relevancia en el caso chileno. Las estadísticas mencionadas nos señalan que el principal agente causal de este fenómeno ha sido el cambio del patrón reproductivo de la mujer a partir de la segunda mitad del siglo pasado, manifestación que debe ser interpretada como una tendencia generalizada en el contexto de la cultura occidental. A lo largo de la historia, cuando los países se vieron involucrados en guerras internas y/o externas, las mujeres asumieron gran parte de las tareas productivas que realizaban los hombres, pero a medida que el siglo XX avanzó, ellas se interesaron cada vez menos por volver a sus esferas habituales. Por una parte, las condiciones de precariedad económica de la post guerra las incentivaron a buscar trabajos remunerados para ayudar a sus familias, mientras por la otra, cobraban fuerza las demandas por la incorporación femenina a la vida política, especialmente aquellas centradas en obtener el derecho a sufragio para continuar con reconocimiento laboral igualitario, y últimamente con exigencias asociadas al concepto de género. En Chile, la masificación del uso de anticonceptivos orales e intra-uterinos de finales de los '60s, provista ampliamente a través de los servicios de salud del estado, hizo realidad que la mujer pudiera optar con éxito a limitar su familia. Esta fue una innovación sin precedentes, por cuanto esta política de estado permitió a las mujeres construir proyectos culturales propios, a través de su incorporación al mundo laboral y del desarrollo de áreas de intereses distintos al ámbito familiar, más ajustados a su crecimiento personal. Al respecto, son del mayor interés las consideraciones de MIDEPLAN , que señalan como problema relevante al envejecimiento, pero también otorgan relevancia a otra consecuencia adicional derivada de este cambio demográfico: el aumento de los embarazos en adolescentes, tema que naturalmente excede a este análisis, pero que debe ser profundizado en otros. Tomando como base la estructura de la población por edades, MIDEPLAN ha elaborado indicadores que reflejan el impacto de esta transformación para la sociedad: · Indice de dependencia: Permite aproximarse a cuantificar la
carga económica que soportaría la población potencialmente
activa. Mientras mayor sea la fecundidad, esta carga es más alta.
Los "dependientes" son los menores de 15 y mayores de 65. Se
establece la relación frente a las personas en edad activa, que
son las mayores de 15 y menores de 65, por cada cien habitantes. Chile
aparece en la tabla con un valor muy alto en los años '70s, debido
a la gran proporción de niños de entonces. El indicador
va descendiendo a lo largo de los años. Acorde con la tendencia
de incremento que van adquiriendo los senescentes, el índice de
dependencia aumentará, aunque la otra categoría de dependientes
que incluye a niños y jóvenes vaya en disminución.
INDICADORES SELECCIONADOS. CENSO 1970 - 1992
Ahora bien, es necesario señalar que el proceso de envejecimiento no es homogéneo en todo el país, sino tiene expresiones distintas según regiones. Basados en el Censo del '92, el promedio de habitantes mayores de 60 años corresponde al 9.8% de la población total, lo que significa que en ese año la población de adultos mayores chilena era de 1.305.557 individuos. Las regiones más envejecidas son en primer lugar la Quinta, que concentra al 10.37% de la población total del país, y donde el 12.44% de ellos son mayores de 60 años, es decir, 162.445 adultos mayores. En segundo lugar está la Novena Región, donde 10.7% de sus habitantes están en esta condición, en tercer lugar la Décima con el 10.1%, y a continuación la Cuarta Región, cuyo 10.0% es mayor de 60. La menos envejecida es la Undécima, con el 6.8%. Vale destacar que la Región Metropolitana está bajo el promedio nacional, con 9.7%, pero concentra a casi el 40% de la población chilena, lo que significa que en Santiago viven 508.209 adultos mayores, lo que equivale a decir que el 38.39% de los ancianos de todo Chile viven en el Area Metropolitana. DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL PAÍS
POR TRAMOS DE EDAD, SEGÚN REGIONES
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL PAIS POR TRAMOS DE EDAD, SEGÚN REGIONES (en porcentajes)
En cuanto a área de residencia, los adultos mayores se distribuyen en forma bastante semejante a la población de otros grupos. El 81.8% vive en sectores urbanos, y el 18.2% reside en áreas rurales. En lo relativo a su distribución por sexo, mientras en la población total el 50.9% de los individuos son mujeres, en la población mayor ellas aumentan al 56.3%, asociado a la expectativa superior de vida femenina. En relación a responsabilidades frente a sus respectivos grupos familiares, el 22% de todos los jefes de hogar del país tiene más de sesenta años, Por el mismo razonamiento anterior, las mujeres casi doblan a los hombres en esta condición. En Chile, 283.265 adultas mayores son jefes de hogar. Conforme a los resultados arrojados por CASEN 1992, el 43% de la población
adulta mayor ocupada no está afiliada a ningún sistema previsional,
lo que representa un universo de más o menos 120.000 personas,
situación más grave en zonas rurales que urbanas. En áreas
rurales, la mitad de nuestra población objetivo que desarrolla
alguna actividad económica, no estaba afiliada a ningún
sistema de previsión social. En cuanto a recepción de beneficios
en dinero por retiro y/o pensión asistencial, un estudio realizado
por MIDEPLAN en conjunto con la Universidad Católica citado en
el documento de Política Nacional, señala que el 73.3% de
los adultos mayores recibía alguno (el 4% recibía ambos),
mientras que el 20% de los entrevistados expresaba no recibir nada. De
ellos, solamente un 40% era ayudado por familiares. Los afiliados a ISAPRES
son solamente el 8.8% de los adultos mayores. La parte estatal para los
más desposeídos está a cargo del Fondo Nacional de
Salud, FONASA, que de acuerdo a los resultados de CASEN 1996 , otorga
cobertura al 76.9% de los mayores de 60 años. |
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